When we understand that the shakuhachi is no longer an instrument but a vehicle in itself, and we stop being a mere transmitter-interpreter and become one with thar vehicle, then we will be connecting the origin of the sound with its true purpose.
By Ricardo Zapata, sensei
The exercise of blowing thoughts through the bamboo is emptying the mind, but at the same time it is producing a sound that creates in itself a new form of mindfulness. When we play a song, we have already activated the possibility of having a new creative focus of attention from the interaction of our hands, which together with our whole body, breath and attitude projected with the same breath, become an instrument in itself to create different melodic lines, at this moment the flute is no longer the instrument and becomes a means to that purpose. A bifurcated ending, on the one hand the return to ourselves of this melody (feedback), on the other hand to the one who can listen to our sound (audience).
Before blowing the shakuhachi and producing a sound, there is a deliberate thought process that creates the intention that we are going to project through each blow, this I can define as the origin of the sound itself, which has either been the product of a musical reading (score) or the inspiration of the moment (improvisation of melodic lines). Both may or may not carry an emotional and intentional imprint, which notably within the interpretation and purpose of the message, travels as a sound wave and culminates in the sensation transmitted to ourselves and the audience.
The shakuhachi bamboo flute has the particularity of being very sensitive in the way its tones and different notes are affected by the quality, pressure and consistency of the blowing, also influences notably the body posture, including the embouchure and its different lip postures, tongue movements, throat, head; and the firmness, subtlety and mastery of the fingering of the interpreter.
In such a rustic instrument that demands a high degree of attention for its mastery, we become the masters of ourselves, having to control the attention of so many things at the same time to obtain a quality sound, in this sense we are the transmitter of our own message but at the same time the instrument itself. A shakuhachi is not just any musical instrument, like a guitar, a piano or even a recorder, which instantly emits a sound when played. On the contrary, it is an instrument that requires your body to adapt to its rustic aspect in order to control it in detail, then we become one with the instrument, because without that adaptation of body, mind and object, the sound quality of the intention or origin of the sound simply will not be produced.
I encourage you to expand this path of mindfulness of the sound by reading my book Blow Your Mind Ride Your Tone, and by joining our study program with the Shakuhachi Master Course.
El shakuhachi: atención plena del sonido
Por Ricardo Zapata, sensei
Cuando entendemos que el shakuhachi deja de ser un instrumento y se convierte en un vehículo en sí, y dejemos de ser un simple intérprete para ser uno con ese vehículo, entonces estaremos conectando el origen del sonido con su propósito real.
El ejercicio de soplar los pensamientos a través del bambú es vaciar la mente, pero a su vez es producir un sonido que crea en sí una nueva forma de atención. Cuando tocamos una sonata, ya hemos activado la posibilidad de tener un nuevo foco creativo de atención a partir de la interacción de nuestras manos, las cuales junto a todo nuestro cuerpo, respiro y actitud proyectada con el mismo soplo, se vuelven un instrumento en sí para crear distintas líneas melódicas, en este momento la flauta deja de ser el instrumento y se convierte en un medio para tal fin. Un fin bifurcado, por un lado el retorno hacia nosotros mismos de esta melodía, por otro lado hacia quien pueda escuchar nuestro sonido (audiencia).
Antes de soplar el shakuhachi y producir un sonido, existe un proceso deliberado de pensamiento que crea la intención que proyectaremos a través de cada soplo, esto puedo definirlo como el mismo origen del sonido, que bien ha sido producto de una lectura musical (partitura) o la inspiración del momento (improvisación de líneas melódicas). Ambas podrían o no, llevar una impronta emocional e intencional, lo cual incide notablemente en la interpretación y la finalidad del mensaje, que viaja como onda sonora y culmina en la sensación transmitida a nosotros mismos y a la audiencia.
La flauta de bambú shakuhachi tiene la particularidad de ser muy sensible en la forma en que sus tonos y distintas notas se ven afectadas por la calidad, presión y consistencia del soplo, también la postura corporal influye notablemente, incluida la embocadura y sus distintas posturas de labio, movimientos de lengua, garganta, cabeza; y la firmeza, sutileza y maestría de la digitación del interprete.
En un instrumento tan rustico que demanda un grado de atención alto para su dominio, nos convertimos en los maestros de nosotros mismos, al tener que controlar la atención de tantas cosas al mismo tiempo para poder obtener un sonido de calidad, en este sentido somos el emisor de nuestro propio mensaje pero al mismo tiempo el instrumento en sí. Un shakuhachi no es cualquier instrumento musical, como la guitarra, el piano o incluso la flauta dulce, que al tocarlo emitirá un sonido instantáneamente. Por el contrario es un instrumento que requiere que tu cuerpo se adapte a su rustica apariencia para poder controlarlo en detalle, nos volvemos entonces uno con el instrumento, porque sin esa adaptación de cuerpo, mente y objeto, simplemente no se producirá la calidad de sonido de la intención u origen del sonido.
Dejo la posibilidad de que amplíes acerca de este camino de la atención plena del sonido leyendo mi libro: Sopla tu mente domina tu tono, y siendo parte de nuestro programa de estudio con el Curso Maestro de shakuhachi.
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