Shakuhachi: Una canción de aliento, bambú y ser.
Por Zapata, sensei
Más allá de su forma rústica, el Shakuhachi, un antiguo aerófono de China, posee un poderoso legado como herramienta tanto de meditación como de expresión artística. Durante el periodo Edo japonés, estas flautas verticales de bambú llegaron a manos de los monjes errantes Komuso, muchos de ellos samuráis en busca de consuelo y propósito. De este viaje surgió el romanticismo que hoy se asocia al shakuhachi.
El shakuhachi pudo haberse introducido desde China a Japón durante el período de Nara (奈良時代 Nara-jidai), en el siglo VIII que abarca los años 710 hasta el 794 aproximadamente. En este mismo período el Budismo eleva su estatus siendo adoptado por la familia imperial, y aunque esta práctica religiosa fue introducida por el monje coreano Baekje en el siglo VI, en este período tiene una mejor aceptación por el apoyo del emperador Shōmu.
Su nombre proviene de sus unidades de medida 1 shaku y 1 sun, que pueden ser aproximadamente 54 cm. Ahora bien, este instrumento es muy diferente en su forma y construcción de lo que hoy conocemos como shakuhachi, como se puede apreciar en los antiguos shakuhachi chinos, que tenían 5 agujeros en la parte delantera y sus medidas variaban notablemente de los actuales que poseen 4 orificios en la parte frontal y un solo orificio posterior.
El instrumento tuvo sus altibajos históricos, y cuando el shakuhachi deja de ser parte de los instrumentos del gagaku 雅楽 (música imperial o elegante), pierde todo protagonismo. China dio más protagonismo a las flautas traversas, las cuales también tomaron popularidad en Japón. Es sabido que China ha sido un país de referente para Japón en muchos aspectos como escritura, arquitectura, cultura y la música con sus instrumentos, uno de ellos.
El instrumento tiene vacíos históricos sufriendo olvido y siendo relegado de importancia, sin embargo su historia vuelve a renacer en el período muromachi-jidai (室町時代 ), que inicia alrededor de 1336, aquí se establece el segundo shogunato en la historia japonesa, el shogunato Ashikaga. Aparece entonces una versión de flauta llamada Hitoyogiri, una flauta mucho más pequeña de unos 33.6 cm., por ende ofrecía un sonido más agudo, recordemos que entre más larga es la flauta su tono es mucho más grave. Se popularizó entonces este instrumento por la clase samurai, adoptando el uso de esta como una actividad artística hasta el período de Edo (江戸時代 Edo-jidai) que transcurre desde 1603 al año 1868.
Al igual que el shakuhachi antiguo, en el siglo XVIII esta forma de flauta pierde interés y se populariza el shakuhachi de los monjes Zen Komuso de la secta peregrina Fuke-shu, la cual pudo haber sido fundada alrededor de los años 1400 (siglo XV) y tuvo en su interior samurai participantes. Estos monjes recibian la autorización del gobierno para hacer su práctica peregrina y de interpretar su música en templos y casas, llevando con su música bendiciones a cambio de limosna. El gobierno desconfió en su momento de prácticas de espionaje practicadas por miembros samurai de esta secta, ya que tenian libre transito bajo identidad desconocida por su vestimenta que cubría sus caras con sombreros de paja (Tengai). La secta fue anulada alrededor de 1871 por el gobierno y el shakuhachi volvió a ser un simple instrumento musical perdiendo su categoría de herramienta sagrada del dharma.
Más que música, la práctica del shakuhachi se convierte en una forma de meditación consciente. Cada respiración, canalizada a través de la flauta, se convierte en un sonido que insta al intérprete a profundizar en el momento presente. Diferentes patrones y técnicas de respiración se entrelazan con los movimientos de los dedos, creando una danza entre cuerpo y mente que despierta la autoconciencia y la comprensión.
El shakuhachi se consideró un instrumento religioso (Hoki) y más alla de un simple instrumento musical, ya que era usado para entonar sonatas que reemplazaron los recitados sutras, por ello en este período el gobierno prohibió que se enseñara a tocar el instrumento y que cualquiera distinto a un monje pudiese interpretar este, pese a esta prohibición se pudo ver un movimiento musical donde el shakuhachi participaba junto al shamisen y el koto.
Aunque los aspectos cinestésicos y musicales sean los más evidentes, la verdadera magia reside en los reinos más sutiles. Cada nota susurrada por el bambú transmite emoción, espiritualidad y una innegable conexión con la naturaleza. Es un viaje de aceptación, que nos recuerda la fugacidad de la vida con cada inhalación y exhalación, reflejando el nacimiento y la muerte que se producen con cada respiración.
Esta dedicación se ve recompensada con serenidad y concentración, no sólo para el intérprete, sino también para quienes simplemente escuchan sus hipnotizantes sonidos. El shakuhachi se convierte en un puente que conecta los mundos interior y exterior, dejando tras de sí una sensación de paz y tranquilidad.
A mediados del siglo XVIII Korosawa Kinko se dedicó a recopilar y documentar en partituras sonatas de distintos templos, un poco más de 30 piezas hicieron parte de lo que sería el repertorio de la escuela Kinko Ryu que antiguamente solo se transmitía oralmente (Kuden). En el año 1896 a raíz de la libertad de enseñanza del instrumento, nace la escuela Tozan Ryu fundada por Nakao Tozan quien crea un sistema de partitura, método de enseñanza y grados de aprendizaje para este instrumento. Tozan y Kino son las escuelas más representativas del shakuhachi japonés.
Para aquellos que buscan aprender este instrumento y profundizar en este arte, el sistema Mumon Ryu, una "escuela sin puertas" contemporánea, ofrece un camino para explorar el instrumento y su esencia meditativa. Fundado por el artista y profesor colombiano Ricardo Zapata, este enfoque flexible preserva el núcleo de la tradición a la vez que ofrece una exploración independiente, garantizando que el legado del shakuhachi siga respirando e inspirando.
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The shakuhachi: Song of Breath, Bamboo, and Being
Beyond its rustic form, the Shakuhachi, an ancient aerophone from China, has a powerful legacy as a tool for meditation and artistic expression. During the Japanese Edo period, these upright bamboo flutes came into the hands of wandering Komuso monks, many of them samurai in search of solace and purpose. From this journey came the romanticism that is now associated with the shakuhachi.
It is possible that the shakuhachi was introduced to Japan from China during the Nara period (奈良時代 Nara-jidai) in the 8th century, spanning the years 710 to about 794. In this same period Buddhism raises its status being adopted by the imperial family, and although this religious practice was introduced by the Korean monk Baekje in the 6th century, in this period it has a better acceptance due to the support of Emperor Shōmu.
Its name comes from its units of measurement 1 shaku and 1 sun, which can be approximately 54 cm. Now, this instrument is very different in its shape and construction of what we know today as shakuhachi, as can be seen in the old Chinese shakuhachi, which had 5 holes in the front and its measures varied significantly from the current ones that have 4 holes in the front and a single rear hole.
The instrument had its historical ups and downs, and when the shakuhachi ceased to be part of the instruments of the gagaku 雅楽 (imperial or elegant music), it lost all prominence. China gave more prominence to transverse flutes, which also gained popularity in Japan. It is known that China has been a reference country for Japan in many aspects such as writing, architecture, culture and music with its instruments.
The instrument has historical gaps suffering oblivion and being relegated from importance, however its history is reborn in the muromachi-jidai period (室町時代), which begins around 1336, here is established the second shogunate of Japanese history, the Ashikaga shogunate. Then appears a flute version called Hitoyogiri, a much smaller flute of about 33.6 cms, therefore it offered a higher pitched sound, remember that the longer the flute its tone is much lower. This instrument was later popularized by the samurai class, adopting the use of this as an artistic activity until the Edo period (江戸時代 Edo-jidai) spanning from 1603 to 1868.
Like the ancient shakuhachi, in the 18th century this form of flute lost interest and the shakuhachi of the Zen komuso monks of the Fuke-shu pilgrim sect, which may have been founded around the 14th century (15th century) and had samurai participants in its midst, became popular. These monks were authorized by the government to perform their pilgrimage practices and to perform their music in temples and houses, bringing blessings with their music in exchange for alms. The government was then suspicious of the espionage practices practiced by the samurai members of this sect, since they had free transit under unknown identity due to their clothing that covered their faces with straw hats (Tengai). The sect was annulled around 1871 by the government and the shakuhachi returned to being a simple musical instrument, losing its status as a sacred tool of the dharma.
More than music, the practice of shakuhachi becomes a form of conscious meditation. Each breath, channeled through the flute, becomes a sound that urges the performer to go deeper into the present moment. Different breathing patterns and techniques intertwine with the finger movements, creating a dance between body and mind that awakens self-awareness and understanding.
The shakuhachi was considered a religious instrument (Hoki) and beyond a simple musical instrument, as it was used to sing sonatas that replaced the recited sutras, so in this period the government banned the teaching to play the instrument and anyone who was not a monk could play it, despite this prohibition could see a musical movement where the shakuhachi participated with the shamisen and koto.
While the kinesthetic and musical aspects are the most obvious, the real magic lies in the subtler realms. Each note whispered by the bamboo conveys emotion, spirituality and an undeniable connection to nature. It is a journey of acceptance, reminding us of the transience of life with each inhale and exhale, mirroring the birth and death that occurs with each breath.
This dedication is rewarded with serenity and concentration, not only for the performer, but also for those who simply listen to its mesmerizing sounds. The shakuhachi becomes a bridge connecting the inner and outer worlds, leaving behind a sense of peace and tranquility.
In the mid-eighteenth century Korosawa Kinko was dedicated to collect and document in scores sonatas from different temples, more than 30 pieces were part of what would be the repertoire of the Kinko Ryu school that formerly was only transmitted orally (Kuden). In 1896, as a result of the freedom to teach the instrument, the Tozan Ryu school was founded by Nakao Tozan, who created a system of scores, teaching methods and learning grades for this instrument. Tozan and Kinko are the most representative schools of Japanese shakuhachi.
For those looking to go deeper, the Mumon Ryu system, a contemporary “school without doors,” offers a way to explore the instrument and its meditative essence. Founded by Colombian artist and teacher Ricardo Zapata, this flexible approach preserves the core of the tradition while offering independent exploration, ensuring that the legacy of shakuhachi continues to breathe and inspire.
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